La historia de la última misión del acorazado japones Yamato y de sus buques de escolta es una de las mayores epopeyas de la historia naval. Una misión suicida, sin posibilidades de éxito, pero que significaba salvar el honor de la Armada Japonesa. ¿Quieres conocerla?
La última misión del Yamato es un claro ejemplo de la cultura japonesa y la forma de llevar la guerra por parte de las fuerzas armadas del Imperio del Sol Naciente. Consideramos que es importante conocer las supersticiones y códigos de honor japoneses para entender las decisiones tomadas por los mandos japoneses desde su punto de vista, muy alejado de las ideas y costumbres occidentales.
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Indice
Una situación desesperada
Las tropas norteamericanas invaden Okinawa el 1 de abril de 1945.
La situación por la que atravesaba Japón el 1 de abril era desesperada. Con los aliados a la puerta del territorio japones, con una industria cada vez más presionada por los bombardeos enemigos y un tráfico marítimo colapsado que impedía la obtención de las materias primas necesarias.
Tras los desastres de las batallas del Mar de las Filipinas y el Golfo de Leyte, la Armada Japonesa disponía de escasos buques de gran porte, ningún tipo de aviación embarcada y una tremenda escasez de combustible que impedía cualquier movimiento de los buques supervivientes.
La operación Ten-Gō
Durante una reunión para analizar la situación de Okinawa, el emperador Hirohito pregunto sobre los planes de la Marina Japonesa para defender la isla.
La realidad es que la Marina Japonesa no tenía ningún plan ni capacidad para defender Okinawa. Inmediatamente, se comenzó a planear una operación bajo la dirección del almirante Toyoda, jefe de la Flota Combinada.
El plan era tan simple como irrealizable. El acorazado Yamato, junto a su escolta, atacaría a las naves de apoyo norteamericanas en Okinawa y embarrancar en la costa para hacer de batería costera hasta su destrucción.
Los mandos de la Flota Combinada, incluido el almirante Seiichi Itō designado comandante de la operación, se negaron a realizar la operación. Consideraban que era una misión irrealizable y que era desperdiciar hombres y barcos que podían ser más útiles defendiendo Japón.
El vicealmirante Ryūnosuke Kusaka fue el encargado de convencer a Itō y el resto de los comandantes. El argumento fue tan sencillo como eficaz: el Emperador esperaba que la Armada Japonesa hiciera lo posible para defender Okinawa.
La operación comenzó a prepararse y las tripulaciones empezaron a ensayar procedimientos de control de daños.
El acorazado Yamato
El Yamato era un gigantesco acorazado de 71.110 toneladas a plena carga y 256 metros de eslora. Su planta propulsora generaba 150.000 CV lo que le permitía superar los 27 nudos.
Perfil del Yamato en abril de 1945. Fuente: Alexpl
Para su protección disponía de una cintura acorazada de 410mm y una cubierta acorazada de 200mm. El problema es que el sistema de protección estaba enfocado a proteger el barco durante combates de superficie, por lo que la protección submarina era la segunda prioridad, estando basada en una capacidad destructiva de los torpedos americanos muy inferior a la real.
Su artillería principal 9 cañones de 460mm y 6 cañones de 155mm. Durante su última misión estaba dotado de una batería antiaérea de 24 cañones de 127mm y 152 de 25mm. Este alto número de armas antiaéreas era completamente ineficaz, en parte por las pobres características de estas armas (especialmente los cañones de 25mm) y por la ausencia de direcciones de tiro eficaces. Sin cobertura aérea, tanto el acorazado como sus escoltas estaban prácticamente indefensos ante un ataque aéreo.
La fuerza Ten-Gō
Para la misión se reunión un grupo de escolta formado por el crucero ligero Yahagi y ocho destructores (Fuyutsuki, Suzutsuki, Yukikaze, Isokaze, Hamakaze, Kazumi, Hatsushimo y Asashimo). En el combate final no estuvo presente el Asashimo debido a problemas mecánicos que le obligaron regresar a puerto.
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La leyenda cuenta que sólo se suministró a los barcos el suficiente combustible para llegar a su objetivo. La realidad fue más dura, se les suministro todo el combustible disponible en la base de Tokuyama que a duras penas permitía llegar a su objetivo.
El 6 de abril de 1945, a las 16:00 la agrupación japonesa partió de Tokuyama.
Inmediatamente, los submarinos norteamericanos Threadfin y Hackleback detectaron a los barcos japoneses, no logrando alcanzar una posición de disparo, pero informaron de la presencia de la formación japonesa.
Al amanecer del 7 de abril, la agrupación japonesa sale a mar abierto rumbo a Okinawa. En todo momento los aviones de reconocimiento norteamericanos informan del rumbo de la agrupación.
A las 10:00 la primera ola de ataque despegaba de los 11 portaaviones norteamericanos. 6 acorazados junto a su escolta de cruceros y destructores están en rumbo de interceptación por si el Yamato consigue sobrevivir a los ataques aéreos.
El fin del Yamato
El primer ataque comenzó a las 12:37 siendo alcanzado el Yamato por 5 bombas y 4 torpedos (todos a babor). Esto provocó una escora de 6º que fue reducida a 1º realizando contra inundaciones. Los daños eran menores, sufriendo sólo una pequeña reducción en la velocidad. Varios cañones antiaéreos estaban fuera de servicio y los sirvientes de las piezas antiaéreas habían sufrido numerosas bajas.
A las 13:00 comenzó el ataque de la segunda oleada de aviones norteamericanos. El Yamato fue alcanzado por 4 torpedos (tres a babor y uno a estribor). Esto produjo una escora de 18º. Nuevamente se consiguió reducir a 10º con contra inundaciones adicionales. Debido a los daños e inundaciones, la velocidad se redujo a 18 nudos.
La tercera oleada de aviones comenzó su ataque a las 13:40. Durante este ataque, el Yamato fue alcanzado por 4 bombas y 4 torpedos (tres a babor y uno a estribor). El barco redujo su velocidad a 10 nudos y quedó sin gobierno, comenzado a ser las inundaciones incontrolables.
A las 14:02 se ordena abandonar el barco. A las 14:05 ataca la cuarta oleada, recibiendo más impactos el acorazado.
El Yamato vuelca a las 14:23, produciéndose una enorme explosión, hundiéndose rápidamente.
Daños y bajas
Durante la batalla, el acorazado sufrió el impacto de 13 torpedos y 8 bombas, aunque estas cifras son una estimación, siendo posible algún impacto más.
Tres destructores (el Fuyutsuki, el Yukikaze y el Hatsushimo) consiguieron sobrevivir a los ataques sin grandes desperfectos. Fueron los encargados de rescata del mar a los supervivientes: 280 Yamato (de una tripulación de 2700), 555 Yahagi (de una tripulación de 1000) y 800 de los destructores Isokaze, Hamakaze y Kasumi. El total de las bajas japonesas durante la batalla ascendió a casi 3.700 hombres.
Por parte norteamericana las pérdidas se limitaron a 10 aviones y 12 tripulantes.
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Esta fue la épica última singladura del mayor acorazado de la historia. Esta misión junto a la del acorazado alemán Bismarck son posiblemente las dos acciones navales de la Segunda Guerra Mundial que más hojas han ocupado en los libros de historia. El mito del Yamato sigue presente hoy en día en la sociedad japonesa y en la de cualquier entusiasta de la historia naval.